Existen múltiples situaciones que hacen que los padres decidan llevar a sus hijos a terapia psicológica. No obstante, podemos resumirlos en tres: problemas de conducta, acoso escolar (bullying) y la sospecha de que el menor presente algún trastorno.
A continuación, te explicamos cada una de estas casuísticas: en qué consiste, objetivos terapéuticos y tratamientos indicados.
- Problemas de conducta en la infancia y la adolescencia
- Acoso escolar
- Trastorno por déficit de atención (TDAH)
- Trastorno depresivo en la infancia y la adolescencia
- Fobia en la infancia
- Trastorno de Estrés Postraumático en la infancia
- Enuresis
- Encopresis
- Trastorno del Espectro Autista (TEA)
- Trastorno de ansiedad por separación
- Trastorno negativista desafiante
PROBLEMAS DE CONDUCTA EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA
En la infancia, los problemas de conducta se refieren a patrones persistentes de comportamiento disruptivo, desafiante o agresivo que interfieren con el funcionamiento diario del niño. Estos problemas pueden manifestarse de diversas maneras, como rabietas frecuentes, desobediencia, agresividad hacia otros niños o adultos, mentir de forma persistente, entre otros.
Estos problemas pueden tener distintas causas y un profesional puede ayudaros a averiguar el origen del problema y daros pautas de actuación. Asimismo, los problemas de conducta suelen persistir porque suelen tener una funcionalidad en la vida de los niños, ya que les permiten enfrentar de alguna manera las dificultades que experimentan. Es importante intervenir a tiempo, ya que estos comportamientos pueden persistir si no se abordan adecuadamente y pueden convertirse en patrones de conducta arraigados que se refuerzan a lo largo del tiempo. En general, se puede afirmar que los niños pueden obtener ciertos beneficios de estos comportamientos desafiantes, como:
1. Expresión de emociones: Los problemas de conducta pueden ser una forma de comunicar emociones difíciles de expresar de otra manera.
2. Atención y refuerzo: Al comportarse de manera disruptiva, los niños a menudo reciben la atención de los adultos y de sus iguales, lo que puede reforzar este tipo de comportamiento.
Muchos padres dudan acerca de si los problemas de comportamiento de sus hijos son normales o si es preciso acudir a terapia. En general, para distinguir si los problemas de conducta son normales o requieren intervención psicológica, los padres pueden prestar atención a ciertos indicadores como la intensidad y frecuencia de las conductas problemáticas, el impacto que tienen en el entorno del niño (familia, colegio, relaciones sociales) y si interfieren en su bienestar emocional y desarrollo adecuado. En caso de duda, lo más indicando es acudir a terapia psicológica si observan que los problemas de conducta persisten a pesar de intentar abordarlos de forma adecuada, si afectan significativamente la vida cotidiana del niño o del funcionamiento familiar, o si hay indicadores de un posible trastorno psicológico subyacente, como ansiedad, depresión o trastorno del comportamiento.
A efectos explicativos, puede ser útil analizar los principales problemas de conducta presentes en cada una de las etapas del niño. En este sentido, la teoría de Piaget, también conocida como la teoría del desarrollo cognitivo, sostiene que los niños pasan por una serie de etapas de desarrollo intelectual que son cualitativamente diferentes entre sí. Estas etapas se relacionan con cambios en la forma en que los niños piensan, comprenden y solucionan problemas a medida que crecen.
Las etapas del desarrollo, según Piaget, son las siguientes:
1. Etapa sensoriomotriz (0-2 años): Durante esta etapa, los niños aprenden a través de sus sentidos y sus acciones físicas. Adquieren la noción de permanencia del objeto y comienzan a coordinar la vista y el tacto. Los principales problemas de conducta que pueden aparecer en esta etapa incluyen la ansiedad por separación, la dificultad para regular las emociones y la frustración ante la imposibilidad de alcanzar un objetivo deseado.
2. Etapa preoperacional (2-7 años): Durante esta etapa, los niños desarrollan la capacidad de usar símbolos y representaciones mentales, pero todavía tienen dificultades para entender las causas y efectos, la conservación y la reversibilidad. Los problemas de conducta que pueden surgir incluyen el egocentrismo, la falta de empatía y la dificultad para comprender puntos de vista diferentes al suyo.
3. Etapa de operaciones concretas (7-11 años): En esta etapa, los niños comienzan a utilizar el razonamiento lógico para resolver problemas concretos y comprenden la conservación, la seriación y la reversibilidad. Los principales problemas de conducta que pueden aparecer incluyen la rigidez mental, la dificultad para generalizar conceptos y la incapacidad para pensar de forma abstracta.
4. Etapa de operaciones formales (11 años en adelante): Los niños adquieren la capacidad de pensar de forma abstracta, hipotética y lógica, y de razonar sobre conceptos complejos. Los problemas de conducta que pueden aparecer incluyen la experimentación con riesgos, la rebeldía, la búsqueda de identidad y la dificultad para resolver conflictos de manera efectiva.
Dicho esto, es importante tener en cuenta que cada niño se desarrolla de manera única y puede experimentar problemas de conducta específicos en cada etapa, los cuales pueden ser abordados con el apoyo adecuado de los padres, maestros y profesionales de la salud mental.
Aunque la clasificación de Piaget es muy útil, a continuación se describen los principales problemas de conducta y sus causas divididas en tres etapas: de los 0 a los 6 años, de los 6 años a la pubertad y en la adolescencia.
Problemas de conducta en la etapa de los 0 a los 6 años de edad:
En la etapa de 0 a 6 años de edad, los principales problemas de conducta suelen incluir rabietas, desobediencia, dificultades para compartir o dificultades para seguir instrucciones simples. Estos problemas pueden ser normales en cierta medida, pero si son persistentes y afectan significativamente al desarrollo del niño, a su vida o al buen funcionamiento familiar, es importante buscar ayuda de un profesional. Asimismo, es importante descartar que los problemas de conducta se deban a la presencia de un retraso madurativo en algún ámbito del desarrollo (por ejemplo, un retraso en la adquisición del habla, Trastorno del Espectro Autista, etc.).
Problemas de conducta en la etapa de los 6 años de edad a la pubertad:
A partir de los 6 años de edad y hasta la pubertad, los niños pueden presentar una serie de problemas de conducta que pueden afectar su desarrollo emocional, social y académico. Algunos de los problemas más comunes en esta etapa son:
- Conductas desafiantes y desobedientes: los niños pueden mostrar resistencia a seguir las reglas, desobedecer a las figuras de autoridad y desafiar constantemente las normas establecidas.
- Agresividad: pueden manifestar conductas agresivas físicas o verbales hacia sus iguales, hermanos, padres o figuras de autoridad.
- Problemas de atención e hiperactividad: pueden tener dificultades para concentrarse, seguir instrucciones y controlar su impulsividad.
- Mentir y robar: pueden mostrar conductas deshonestas como mentir de manera recurrente o robar objetos sin motivo aparente.
Aunque, como ya hemos comentado, las causas de los problemas de conducta pueden ser diversas y lo mejor es que lo evalúe un profesional, cabe mencionar que durante la etapa comprendida entre los 6 años de edad y la pubertad, los niños atraviesan un período de intensos cambios. Se trata de cambios físicos, emocionales y cognitivos que pueden impactar en su comportamiento. Algunas de las posibles causas de problemas de conducta durante esta etapa incluyen:
- Desarrollo emocional: Los niños enfrentan nuevas emociones y experiencias a medida que crecen, lo que puede resultar abrumador y desencadenar comportamientos desafiantes.
- Socialización: A medida que interactúan más con sus pares, los niños pueden enfrentar conflictos en sus relaciones sociales que se manifiestan a través de problemas de conducta.
- Presión académica: El aumento de las responsabilidades escolares y el rendimiento académico pueden generar estrés y ansiedad en los niños, lo que puede manifestarse en comportamientos disruptivos.
- Cambios en la dinámica familiar: situaciones como pérdida de familiares, divorcios o las familias reconstituidas, pueden implicar un reto para la familia y los niños pueden presentar dificultades para adaptarse a estos cambios.
Para abordar los problemas de conducta en niños en esta etapa, es importante brindarles apoyo emocional, inculcarles habilidades sociales y emocionales, y establecer límites claros y consistentes. Además, es fundamental trabajar en la identificación y gestión de las emociones, así como en el fortalecimiento de la autoestima y la confianza en sí mismos.
Problemas de conducta en la adolescencia:
Durante la infancia y la adolescencia, el desarrollo y el funcionamiento cerebral juegan un papel crucial en la manifestación de los problemas de conducta. Durante la infancia, el cerebro experimenta un rápido desarrollo que influye en la capacidad del niño para regular sus emociones y controlar su comportamiento. En la adolescencia, el cerebro sigue madurando y se produce un importante cambio en la corteza prefrontal, la cual está relacionada con la toma de decisiones y el control de los impulsos.
La adolescencia se caracteriza por la búsqueda de independencia, la experimentación y la identidad propia, lo que puede generar conflictos con las normas familiares y sociales establecidas. Para las familias, esto puede representar un reto, ya que necesitan encontrar un equilibrio entre permitir la autonomía del adolescente y establecer límites y normas adecuadas.
En general, los principales problemas de conducta en la adolescencia pueden variar ampliamente, pero algunos de los más comunes incluyen la agresión, la desobediencia, el comportamiento impulsivo, el consumo de drogas y alcohol, el aislamiento social, la falta de autoestima, la depresión y la ansiedad.
Para intervenir en estos problemas de conducta en la adolescencia, es fundamental una evaluación adecuada por parte de un profesional de la salud mental. A partir de esta evaluación, se pueden implementar diferentes estrategias de intervención, como la terapia cognitivo-conductual, la terapia familiar, la terapia de grupo, entre otras. También es importante involucrar a la familia y la escuela en el proceso de intervención, para garantizar un abordaje integral de los problemas de conducta. Además, es fundamental fomentar un ambiente seguro y de apoyo para el adolescente, así como promover habilidades de afrontamiento adecuadas y estrategias de resolución de conflictos.
TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN (TDAH)
El Trastorno por Déficit de Atención e hiperactividad (TDAH) es un trastorno neurobiológico que se caracteriza por dificultades en la atención, la concentración, la impulsividad y la hiperactividad. En España, la prevalencia del TDAH es del 5-7% en niños y del 2-5% en adultos.
Existen tres subtipos de TDAH, según la sintomatología predominante: TDA con predominio de déficit de atención, TDAH con predominio de hiperactividad-impulsividad y TDAH combinado.
Los síntomas del TDAH pueden incluir dificultades para mantener la atención en tareas, olvidos frecuentes, impulsividad, dificultades para seguir instrucciones, dificultades para organizar tareas, entre otros. Además, los síntomas de inatención y/o hiperactividad-impulsividad interfieren significativamente en el funcionamiento a lo largo de diferentes ámbitos de la vida, como la escuela, el trabajo o las relaciones personales.
El tratamiento psicológico indicado para el TDAH suele incluir técnicas de modificación de conducta, habilidades de organización y planificación, entrenamiento en habilidades sociales, terapia cognitivo-conductual y terapia familiar. En algunos casos, también puede ser necesario el uso de medicación.
El pronóstico del TDAH puede variar en función de la adecuación del tratamiento y la atención temprana. En general, con un tratamiento adecuado, las personas con TDAH pueden aprender a manejar sus síntomas y llevar una vida plena y satisfactoria. Es importante buscar ayuda profesional en caso de sospecha de TDAH, para poder recibir un diagnóstico adecuado y un tratamiento personalizado.
TRASTORNO DEPRESIVO EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
El trastorno depresivo mayor en la infancia es una condición psicológica caracterizada por sentimientos persistentes de tristeza, desesperanza y desinterés en actividades que antes resultaban ser placenteras.
En España, se estima que alrededor del 2-8% de los niños y adolescentes sufren de trastorno depresivo mayor. La incidencia de este trastorno parece aumentar con la edad, siendo más común en la adolescencia que en la infancia. Sin embargo, es importante destacar que la depresión infantil es a menudo sub diagnosticada y sub tratada.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), los criterios diagnósticos para el trastorno depresivo mayor en la infancia incluyen la presencia de síntomas como: cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, dificultades para conciliar el sueño o dormir en exceso, cambios en el apetito, fatiga, dificultades para concentrarse, sentimientos de inutilidad o culpa, y (en casos graves) pensamientos de muerte o suicidio.
En cuanto a las diferencias de sintomatología en niños y adolescentes respecto a los adultos, es importante tener en cuenta que los niños pueden manifestar la depresión de manera diferente. Por ejemplo, es más común que los niños muestren irritabilidad en lugar de tristeza, y que experimenten síntomas físicos como dolores de cabeza o de estómago en lugar de síntomas emocionales. Por otro lado, los adolescentes pueden mostrar síntomas más parecidos a los adultos, aunque también pueden experimentar irritabilidad y cambios en la conducta social.
El tratamiento psicológico indicado para el trastorno depresivo mayor en la infancia suele incluir terapia cognitivo-conductual, terapia familiar y, en casos severos, el uso de medicamentos antidepresivos bajo la supervisión de un médico especializado.
El pronóstico del trastorno depresivo mayor en la infancia varía dependiendo de factores como la gravedad de los síntomas, el apoyo familiar y el acceso a tratamientos efectivos. Sin embargo, con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, muchos niños y adolescentes pueden experimentar mejoras significativas en su bienestar emocional y calidad de vida.
FOBIA EN LA INFANCIA
La fobia específica en la infancia es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un miedo intenso, irracional y persistente hacia un objeto o situación específica. Los niños que padecen de esta fobia experimentan una respuesta de ansiedad desproporcionada cuando se enfrentan a la situación o estímulo temido, lo que puede interferir en su vida diaria y en su desarrollo normal. Los síntomas pueden incluir ansiedad, miedo intenso, evitación de la situación o estímulo temido, malestar físico como sudoración, temblores, taquicardia, entre otros.
Existen diferentes subtipos de fobia específica en la infancia, como la fobia a los animales, fobia a la oscuridad, fobia a los truenos, entre otros. La prevalencia e incidencia de este trastorno en España es relativamente alta, afectando a un porcentaje significativo de la población infantil.
Según los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V), para diagnosticar la fobia específica en la infancia es necesario que el miedo o la ansiedad sean desproporcionados al peligro real de la situación y que provoquen malestar significativo o dificultades en la vida del niño.
Es necesario comentar que, cuando hablamos de fobias en la infancia, es preciso tener en cuenta que, durante el ciclo vital, los niños pueden experimentar miedos evolutivos. Esto puede ser normal, por lo que será conveniente evaluar en cada caso si es preciso o no acudir al psicólogo.
En general, en cuanto a los miedos evolutivos, es conveniente acudir a terapia psicológica cuando estos se tornan excesivos, persistentes, van más allá de lo esperado para la edad del niño y afectan a su funcionamiento diario (por ejemplo, dificultades para dormir, alimentarse o relacionarse con los demás).
Un miedo evolutivo es una respuesta emocional y conductual común en la infancia, que tiene como función proteger al niño de posibles peligros y favorecer su supervivencia y adaptación. Estos miedos suelen ser temporales y están relacionados con el desarrollo emocional y cognitivo del niño. Por otro lado, como ya se ha comentado anteriormente, una fobia específica es un miedo irracional y desproporcionado hacia determinados objetos, situaciones o animales, que provoca una respuesta de ansiedad intensa y persistente, interfiriendo en la vida diaria del niño.
Los principales miedos evolutivos en la infancia son:
- Miedo a los extraños: Aparece alrededor de los 6-8 meses y se relaciona con la separación de los padres y la falta de familiaridad con otras personas.
- Miedo a separarse de los padres: Está muy relacionado con el miedo anterior. Aparece alrededor de los 8-9 meses y se relaciona con la angustia por la separación de los padres y la necesidad de seguridad y protección.
- Miedo a la oscuridad: Aparece alrededor de los 2-3 años y algunos autores creen que se relaciona con la dificultad de los niños para distinguir entre la fantasía y la realidad en la oscuridad.
- Miedo a los ruidos fuertes: Aparece alrededor de los 2-4 años y se relaciona con la sensibilidad auditiva de los niños y la falta de control sobre los sonidos.
Tanto si estamos ante un miedo evolutivo como ante una fobia específica, es importante acudir a terapia psicológica si el miedo interfiere significativamente en la vida del niño y le impide realizar actividades cotidianas de manera adecuada.
El tratamiento psicológico recomendado es la terapia cognitivo-conductual, que puede incluir técnicas como la exposición gradual en vivo, la reestructuración cognitiva y el aprendizaje de estrategias de afrontamiento. En algunos casos, se puede complementar el tratamiento con la utilización de técnicas de relajación.
El pronóstico de la fobia específica en la infancia es favorable si se detecta a tiempo y se brinda un tratamiento adecuado. Con la intervención psicológica apropiada, los niños suelen experimentar una mejora significativa en sus síntomas y logran superar sus miedos de manera exitosa.
TRASTORNO DE ESTRÉS POSTRAUMÁTICO (TEPT) EN LA INFANCIA
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) en niños es un trastorno psicológico que se produce como resultado de la exposición a un evento traumático. El trauma es una reacción emocional y psicológica intensa que surge como resultado de un acontecimiento o experiencia extremadamente impactante, perturbadora o estresante. Puede ser causado por situaciones como accidentes, desastres naturales, violencia, abuso o pérdidas significativas.
Los subtipos de TEPT en niños son similares a los de los adultos e incluyen TEPT agudo, TEPT crónico, TEPT leve y TEPT grave.
Según estudios realizados, la prevalencia del TEPT en niños en España es del 2-4%, y la incidencia es de aproximadamente 8-10 niños por cada 100.000 habitantes.
Los síntomas del TEPT en niños pueden incluir pesadillas, evitación de situaciones que recuerden el evento traumático, cambios en el estado de ánimo, problemas de sueño y problemas de conducta.
El tratamiento psicológico indicado es la terapia cognitivo-conductual, que incluye técnicas de exposición, reestructuración cognitiva y entrenamiento en habilidades de afrontamiento.
El pronóstico del TEPT en niños puede variar dependiendo del grado de afectación y la precocidad en la intervención. En general, con un tratamiento adecuado, el pronóstico suele ser favorable y la mayoría de los niños logran superar el trastorno. Sin embargo, es importante contar con el apoyo de un profesional de la psicología para poder gestionar y superar este trastorno de forma adecuada.
ENURESIS
La enuresis es un trastorno que se caracteriza por la emisión repetida de orina durante el día o la noche en niños a partir de los cinco años, cuando, generalmente, ya suele haberse logrado el control de esfínteres. La enuresis cuenta con dos subtipos principales: enuresis nocturna, donde los episodios de incontinencia se producen durante la noche, y enuresis diurna, donde los episodios ocurren durante el día. La prevalencia de la enuresis en España se estima en alrededor del 15% en niños de cinco años, disminuyendo progresivamente con la edad. La incidencia es mayor en niños que en niñas.
Los síntomas de la enuresis incluyen la emisión involuntaria de orina durante la noche o el día, sentimientos de vergüenza, culpa o baja autoestima y problemas para conciliar el sueño.
En nuestra consulta de psicología ofrecemos un tratamiento especializado para la enuresis, que incluye técnicas de modificación de conducta, terapia cognitivo-conductual, entrenamiento en alarmas y terapia de relajación.
En cuanto al pronóstico, se considera que la enuresis puede tratarse con éxito en la mayoría de los casos, especialmente si se detecta a tiempo y se inicia un tratamiento adecuado. Es importante abordar el trastorno de manera temprana para evitar posibles complicaciones emocionales y sociales en el niño.
ENCOPRESIS
La encopresis es un trastorno que se caracteriza por la emisión repetida de heces en lugares inapropiados, como la ropa interior, por lo general de manera involuntaria. Existen dos subtipos de encopresis: la encopresis primaria, en la cual el niño nunca ha logrado un control adecuado de sus evacuaciones intestinales, y la encopresis secundaria, en la que el niño ha tenido un control adecuado previamente, pero ha comenzado a tener episodios de incontinencia fecal.
Los síntomas de la encopresis pueden incluir la emisión repetida de heces en lugares inapropiados, dolor abdominal, estreñimiento crónico, retención fecal, falta de sensación de evacuación y vergüenza o culpabilidad relacionada con los episodios de incontinencia fecal.
La encopresis afecta aproximadamente al 1-2% de la población infantil en España, siendo más común en niños que en niñas. La incidencia del trastorno suele disminuir con la edad, pero puede persistir en la adolescencia y la edad adulta si no se trata adecuadamente.
El tratamiento de la encopresis suele incluir una combinación de intervenciones psicológicas, educativas y conductuales. Algunas estrategias de tratamiento comunes incluyen la terapia cognitivo-conductual, terapia familiar (si el problema tiene su origen en algún conflicto cambio o tensión en la dinámica familiar) y el entrenamiento en el control de esfínteres. Cada caso de encopresis es único y requiere una evaluación exhaustiva para el diseño de un tratamiento individualizado.
TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA (TEA)
El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del neurodesarrollo que afecta la comunicación, la interacción social y el comportamiento. Las personas con TEA pueden tener dificultades para comunicarse de forma verbal y no verbal, establecer relaciones sociales, mostrar comportamientos repetitivos o estereotipados y presentar patrones de interés restrictivos y repetitivos.
El TEA es un trastorno complejo y variado, ya que puede manifestarse de manera diferente en cada individuo y en diferentes grados de severidad. Los síntomas del TEA suelen manifestarse en la infancia.
En España, la prevalencia e incidencia del TEA en la población infantil se sitúa en torno a 1 de cada 100 niños, siendo más común en niños que en niñas. Algunos autores opinan que el diagnóstico de TEA puede encontrarse subestimado en las niñas, ya que las niñas suelen presentar síntomas diferentes a los de los niños y más sutiles, lo que en ocasiones genera dificultades en el diagnóstico temprano. Por lo tanto, es fundamental estar atento a las señales de alerta y buscar una evaluación profesional.
Habitualmente, estas dificultades pueden dificultar la adaptación de las personas con TEA en su entorno social, escolar y familiar. Como ya se ha comentado este grado de afectación es variable. A continuación, se exponen algunas dificultades que pueden presentar las personas con TEA en distintos ámbitos de su vida:
- Entorno social: las personas con TEA pueden presentar dificultades para entender y responder adecuadamente a las normas sociales, lo que puede llevar a situaciones de aislamiento y rechazo por parte de sus iguales.
- Ámbito escolar: las dificultades de comunicación e interacción social pueden interferir en su rendimiento académico y en su integración en el grupo.
- Ámbito familiar: el TEA puede suponer un reto emocional, económico y logístico para los padres y cuidadores, quienes deben adaptarse a las necesidades especiales de sus hijos y afrontar la incertidumbre sobre el futuro.
El tratamiento psicológico indicado para el TEA incluye la intervención temprana y multidisciplinar, que puede incluir terapia conductual, terapia ocupacional, terapia del lenguaje y apoyo psicológico para los niños y sus familias. A pesar de que el TEA es una condición crónica, el pronóstico puede mejorar significativamente con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado.
TRASTORNO DE ANSIEDAD POR SEPARACIÓN
La ansiedad por separación es un trastorno psicológico que se presenta en la infancia y se caracteriza por un miedo excesivo o inapropiado a separarse de las figuras de apego, como los padres o cuidadores, lo que provoca un malestar significativo en el niño y dificulta su funcionamiento diario.
Existen dos subtipos de ansiedad por separación: el subtipo de inicio precoz, que se presenta antes de los 6 años de edad, y el subtipo de inicio tardío, que se manifiesta después de los 6 años. La prevalencia de este trastorno en España se estima en torno al 4% de los niños en edad escolar, siendo más común en niñas que en niños.
Los síntomas característicos de la ansiedad por separación incluyen llanto excesivo, pesadillas, dificultades para dormir, quejas somáticas (dolor de estómago, dolor de cabeza), miedo a estar solo, resistencia a ir a la escuela y preocupación constante por la seguridad de las figuras de apego.
Según el DSM-V, los criterios diagnósticos para la ansiedad por separación incluyen la presencia de síntomas de ansiedad excesiva respecto a la separación de las figuras de apego, que generan malestar significativo y dificultan el funcionamiento social, académico o laboral del niño.
El tratamiento psicológico más indicado para la ansiedad por separación en la infancia es la terapia cognitivo-conductual, que puede incluir técnicas de exposición gradual, entrenamiento en habilidades para afrontar la ansiedad, técnicas de relajación y reestructuración cognitiva.
El pronóstico de la ansiedad por separación en la infancia es generalmente favorable, especialmente si se detecta y trata de manera temprana. Sin embargo, si no se aborda adecuadamente, este trastorno puede persistir en la adolescencia y aumentar el riesgo de desarrollar otros trastornos de ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada.
Es importante tener en cuenta que la ansiedad por separación en la adolescencia presenta características propias y puede manifestarse de forma diferente a como lo hace en la infancia, por lo que es fundamental adaptar el tratamiento a las necesidades y particularidades de cada etapa del desarrollo. En el caso de las niñas, se ha observado que tienen una mayor predisposición a experimentar ansiedad por separación en comparación con los niños.
ACOSO ESCOLAR
La consulta de psicología del acoso escolar es un servicio especializado en ayudar a niños y adolescentes que están sufriendo acoso por parte de sus compañeros en el entorno escolar. El acoso escolar, también conocido como bullying, es una forma de maltrato físico, verbal, psicológico o social que se produce de forma repetida y continuada en el tiempo.
Existen varios subtipos de acoso escolar, como el acoso físico (agresiones físicas y/o daños a la propiedad), verbal (insultos, descalificaciones), psicológico (intimidación, exclusión) y social (aislamiento, difamación).
En España, la prevalencia e incidencia del acoso escolar es alarmante, con estudios que sugieren que aproximadamente el 10-15% de los niños y adolescentes son víctimas de acoso escolar en algún momento de su vida escolar.
Las víctimas de acoso escolar pueden presentar una amplia gama de síntomas como ansiedad, depresión, baja autoestima, problemas de conducta, dificultades para concentrarse, entre otros. Es importante destacar que el acoso escolar puede tener graves consecuencias para la salud mental y el bienestar de los niños y adolescentes afectados.
El tratamiento psicológico indicado para las víctimas de acoso escolar suele incluir terapia individual y/o grupal, para ayudarles a gestionar sus emociones, mejorar su autoestima y habilidades sociales, y aprender estrategias para afrontar el acoso de manera efectiva.
En cuanto al pronóstico, es importante señalar que el apoyo y la intervención temprana son fundamentales para prevenir las secuelas a largo plazo. Con el tratamiento adecuado, las víctimas de acoso escolar pueden superar esta experiencia traumática y recuperar su bienestar emocional.
Para los padres que sospechan que su hijo pueda estar siendo víctima de acoso escolar, es importante escuchar y apoyar a su hijo, hablar con los profesores y directores del centro escolar, y buscar ayuda profesional si es necesario. Además, es necesario fomentar la comunicación abierta en casa, enseñar habilidades de resiliencia y autoestima, y promover la empatía y el respeto hacia los demás.
Para prevenir el acoso escolar, es fundamental educar a los niños desde pequeños en valores como el respeto, la tolerancia y la igualdad. También es importante fomentar un clima escolar inclusivo, fortalecer la confianza en los alumnos para que denuncien el acoso, y ofrecer programas de prevención y sensibilización en las escuelas. Además, es fundamental implicar a los padres y a la comunidad en la prevención del acoso escolar, ya que se trata de un problema que afecta a toda la sociedad.
TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE
El trastorno negativista desafiante es un trastorno de conducta que se caracteriza por un patrón de comportamiento desafiante, irritabilidad, y hostilidad constante hacia figuras de autoridad. Los individuos con este trastorno suelen presentar una actitud negativa, rebelde y desafiante de forma persistente y recurrente.
En cuanto a los subtipos, se puede diferenciar entre el trastorno negativista desafiante de inicio temprano y el de inicio tardío. El primero suele manifestarse en la infancia, mientras que el segundo se presenta en la adolescencia o la adultez.
Según estudios realizados en España, se estima que la prevalencia del trastorno negativista desafiante en niños y adolescentes es del 1-11%, siendo más común en varones que en mujeres. En cuanto a la incidencia, se ha observado que el trastorno es más frecuente en la infancia y la adolescencia, disminuyendo en la adultez.
Los síntomas principales del trastorno negativista desafiante incluyen la resistencia a cumplir normas y reglas, la provocación de peleas y discusiones, la irritabilidad, y la tendencia a culpar a los demás de sus problemas. Estos síntomas deben persistir al menos durante 6 meses para ser diagnosticados.
Los criterios diagnósticos según el DSM-V incluyen la presencia de al menos cuatro de los siguientes comportamientos: frecuentes rabietas, responder de forma desafiante a las órdenes o reglas, buscar provocar a los demás, culpar a otros por sus errores o mala conducta, ser susceptible o fácilmente irritado, ser resentido o vengativo.
El tratamiento psicológico recomendado para el trastorno negativista desafiante incluye la terapia cognitivo-conductual, la terapia familiar, y la terapia de habilidades parentales. Estas intervenciones se centran en mejorar las habilidades de comunicación, la resolución de conflictos, y el manejo de la ira y la frustración.
En términos de pronóstico, se ha observado que el trastorno negativista desafiante tiende a mejorar con el tratamiento adecuado. Sin embargo, si no se aborda de forma temprana, puede persistir en la adultez y aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de conducta más graves. Por ello, es importante buscar ayuda profesional si se sospecha la presencia de este trastorno en un individuo.